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lunes, 22 de abril de 2019

Mercedes Betanzos

¡Vamos, dale, George! ¡Aparta, déjanos paso! Aprieto el acelerador del Mercedes negro descapotable. Trescientos caballos. Ciento cuarenta por hora. ¡Vamos, sal de ahí! No querrás que me vaya sin despedirme de ti. Siempre te vas y nos dejas solas, a mamá y a mí. Te odio. La autovía de La Coruña es nuestra. Las líneas blancas bailan al compás que marca George. La danza de la muerte. Las luces del casino de Torrelodones han quedado atrás. Una gran recta y George Clooney alcanza los ciento cincuenta. Marinetti dijo Un descapotable es más bello que la Victoria de Samotracia. La vida es movimiento, cambio, velocidad. Tan sólo existe el futuro. Estar siempre un paso más allá. La quietud es la muerte. George Clooney se pone contento los sábados de madrugada cuando regresamos a Madrid después de una noche lúcida. 

El vino de la cena. Dos o tres rayas de coca, a lo sumo, y un par de whitelabels, no más. El efecto narcótico del whisky lo anula el estimulante de la coca. Ambos forman la combinación perfecta. Mañana domingo por la tarde trabajaré desde mi apartamento de alquiler en Lavapiés. Cerraré todas las cuentas de Abot. Es fin de mes. Han venido los americanos a realizar una inspección –ha dicho mi jefe-, tienes que distraerlos el fin de semana. Estoy hasta los ovarios de los americanos.

(...)



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