¡Vamos,
dale, George! ¡Aparta, déjanos paso! Aprieto el acelerador del Mercedes
negro descapotable. Trescientos caballos. Ciento cuarenta por hora. ¡Vamos, sal de ahí! No querrás que me vaya
sin despedirme de ti. Siempre te vas y nos dejas solas, a mamá y a mí. Te odio.
La autovía de La Coruña es nuestra. Las líneas blancas bailan al compás que
marca George. La danza de la muerte. Las luces del casino de Torrelodones han
quedado atrás. Una gran recta y George Clooney alcanza los ciento cincuenta.
Marinetti dijo Un descapotable es más bello que la Victoria de Samotracia. La
vida es movimiento, cambio, velocidad. Tan sólo existe el futuro. Estar siempre
un paso más allá. La quietud es la muerte. George Clooney se pone contento los
sábados de madrugada cuando regresamos a Madrid después de una noche lúcida.
El
vino de la cena. Dos o tres rayas de coca, a lo sumo, y un par de whitelabels,
no más. El efecto narcótico del whisky lo anula el estimulante de la coca.
Ambos forman la combinación perfecta. Mañana domingo por la tarde trabajaré
desde mi apartamento de alquiler en Lavapiés. Cerraré todas las cuentas de
Abot. Es fin de mes. Han venido los americanos a realizar una inspección –ha
dicho mi jefe-, tienes que distraerlos el fin de semana. Estoy hasta los
ovarios de los americanos.
(...)
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