Pero nada de todo aquello era ya posible para Paquita Cuenca. La sociedad estaba constituida de un modo tan absurdo que nadie comprendía la cantidad de honradez que podía haber en una prostituta y debía pasar la vida imaginando lo que hubiera sido si la realidad no hubiese cercenado sus posibilidades. (...)
-Hueles poco a hembra.
Se defendía: ¿Qué esperabas encontrar en una prostituta higiénica y honrada? Lo de los hedores quedaba para las entregadas al vicio. Ella no era viciosa.
Premio Ciudad de Barcelona. 1956. Fragmentos con las tachaduras de la censura.
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