Pero eso no era Viky. Viky era algo más que una falda y una blusa; mucho más que unos guantes y un bolso barato. La falda cubría unas caderas finas, unas piernas que debían ser muy largas a juzgar por la estatura de la muchacha. La blusa no ocultaba del todo unos senos redondos, incitantes en su misma candidez. Y el cabello de Viky (...)
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Carmen Kurtz: La vieja ley. 1957.
Fragmentos con las tachaduras de la censura.
Citado por: Lucía Montejo Gurruchaga en Discursos de autora: género y censura en la narrativa española de posguerra.
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