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Cuando me miro

Cuando me sorprendes, imagen, al mirarme, sin avisar al tiempo, no me reconozco en ti, y me escondo desnuda detrás del desconcierto d...

viernes, 24 de mayo de 2019

María Zambrano

La razón maternal

(...) Lo que encontramos en estas cuatro pensadoras es la búsqueda de una unidad de reflexión, juicio y emoción, de pensamiento y sentimiento (...) destacado como pensamiento maternal inherentemente femenino. De la razón maternal hablará ampliamente Zambrano (...) Hay una línea de su pensamiento, que proviene de sus artículos sobre la mujer desde 1928, que la conducirá directamente a su razón poética, y que, en efecto, tendrá muy evidentes caracteres femeninos y maternales, muy visibles en toda la serie de heterónimas, o mujeres históricas o literarias, con las que claramente se identifica, como Eloísa, Antígona, Diotima de Mantinea o el nombre inventado por ella de Ana Carabantes. (...)

Jesús Moreno Sanz: Edith Stein en compañía. Vidas filosóficas entrecruzadas de María Zambrano, Hannah Arendt y Simone Weil.



No hay historias de amor

Porque no hay historias de amor, aunque hayan consumido tantas páginas de literatura impresa; el amor propiamente está fuera de la historia; lo que sale a la historia, es tan solo el padecer que causa su ausencia, su frustración o su huella, invisible él también como el "amado" del "Cántico" de San Juan de la Cruz; se le conoce por su resplandor en los ojos de ciertos amantes, por una especial lejanía que sentimos nos separa de las parejas de enamorados que aun entre la multitud, aun en el círculo de la amistad, van siempre guardados por un "noli me tangere", semejantes a los frutos y a las flores, porque no sincronizan con nosotros, aunque entre nosotros vivan, porque siempre están pensando en otra cosa, o más bien, porque no piensan en  nada, o en algo que para nosotros es nada. (...)

María Zambrano: Delirio y destino.

Antígona

La había llamado Antígona, durante todo este tiempo en que el destino las había separado apartándola a ella del lugar de la tragedia, mientras su hermana _Antígona_ la arrostraba. Comenzó a llamarla así en su angustia, Antígona porque, inocente, soportaba la historia con mayúsculas; porque habiendo nacido para el amor la estaba devorando la piedad. Porque no había conocido más acción que la piadosa, sin mezcla ni esperanza. Sí, ella sentía haber vivido y vivir la historia en la esperanza sin ambición; la hermana había vivido aún sin esperanza, solo por la piedad. Había mantenido con ella infinitos diálogos, le había hablado noches interminables de insomnio cuando no sabía su paradero, si en tierra de Francia, si en lugar ocupado o no ocupado, si en país más libre del terror, aunque no de la guerra, si en algún campo de concentración. 

María Zambrano: Delirio y destino

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