Aún tenía el tricornio guardado. Se lo enseñó a Cecilia, su mujer. Lo estuvo destapando poco a poco, quitando los papeles con cuidado... Y a ver si hay derecho -decía la mujer- y todo porque nos cogió la guerra en zona roja. Como si nosotros tuviéramos la culpa. Dijeron que el perdón a los que no tuvieran las manos manchadas. Y ya ve. (...)
Y sin embargo, si recordamos la época de los campos de concentración, esto es como un bienestar. En Albatera la gente se moría de hambre, de enfermedad, de miseria. Los primeros cinco días de estar allí no se nos dio ni un gramo de comida. El quinto se repartió un chusco para cada cuatro y una pastilla de chocolate. Después, dos días más sin comida, presos. A esto siguió la etapa de un chusco para cuatro y una lata de sardinas de cien gramos repartidas para dos. Los días eran larguísimos y el sol quemaba.
Concha Alós: La madama.
Fragmento con las tachaduras de la censura.
Citado por Lucía Montejo Gurruchaga: Discurso de autora: género y censura en la narrativa española de posguerra.
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