1907. Carmen de Burgos desciende del tren en la
estación de Atocha. El humo de la carbonilla le ha teñido la cara de negro a la
niña que lleva sobre su grueso brazo derecho. En la mano izquierda sostiene una
pesada maleta de cartón gris. Allí lleva sus pocas posesiones, las que ha
metido deprisa por la mañana, antes de salir deprisa y corriendo para la
estación. En su huida cogió cuatro cosas y todos sus sueños. Agarra con fuerza
la maleta gris, una maleta cargada de
sueños. (...)
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