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Cuando me miro

Cuando me sorprendes, imagen, al mirarme, sin avisar al tiempo, no me reconozco en ti, y me escondo desnuda detrás del desconcierto d...

lunes, 22 de abril de 2019

La Bella Otero

1965. El veintidós otra vez –gritó Carolina Otero. El veintidós nunca falla. El casino de Montecarlo se encontraba abarrotado. El crupier la miró con desconfianza. Hace rato que parecía desear que se marchara. Rasputín fue mi amante. El crupier sonrió con fingida educación, sin poder ocultar las ganas de perderla de vista. Hubo un tiempo en que mi nombre era Agustina –dijo casi gimiendo. Cuando casi era una niña. Carlolina intentó sin éxito apartar aquellos tristes recuerdos. Sí, hubo un tiempo en que se llamó Agustina, antes de que aquel hombre sucio la atacara en el camino y abusara de ella. El veintidós –pidió de nuevo. Lo apuesto todo al veintidós. El crupier pareció recobrar las esperanzas de que aquella vieja borracha lo perdiera todo y se marchara.

Cuando llegó a Barcelona aquel banquero la llevó a París. Estoy de suerte, dijo pegando otro sorbo al brandy que apoyaba sobre la mesa. Carolina Otero recuerda cuando llegó a París y bailó la danza del vientre para aquel banquero. Soy de origen andaluz, gitana de pura cepa, le dijo, intentando embaucarlo con su exotismo descarado, arrebatador. Te presentaré a muchos tipos –le había prometido él. Debes ser buena con ellos, bailar y danzar hasta que caigan agotados. Nunca te faltará de nada.

(...)


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