¿Me
quito las ligas? Déjalas sobre el sofá de delante de la ventana. Le obedezco.
La habitación es luminosa. La suite de lujo del mismo hotel del mismo mes de
cada año. Esta vez me registro como
representante de una empresa farmacéutica que acude a un Congreso médico. El
joven parece educado. Algo tímido. Hago lo que me dice y me agacho para
mostrarle las cachas.
Con
la cabeza del revés, con la corbata verde fosforito colgando por entre mis
piernas, observo cómo comienza a desabrocharse la bragueta. Me fijo en que aún
es más guapo que en la pantalla del ordenador. No debe de tener más de treinta
y ocho. Lleva un traje de seda azul marino de los caros. Pelo oscuro, como de emperador
romano, tez blanca, ojos grises. Subo la cabeza pero no me vuelvo, y apoyo las
dos manos en el respaldo del sofá en una postura largo tiempo estudiada,
empinando un poco más el culo para ofrecérselo abierto. Permanezco así unos
segundos, no más, últimamente noto un poco de tirón en las lumbares al ponerme
en esta postura. Tendré que comentárselo a la Filo, ella me dará el teléfono de
un fisioterapeuta de confianza.
Me pregunto por qué este joven necesita pagar. (...)
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