"Lucrecia pasa la página con avidez. Cuando lee, jamás se olvida de sí misma y lleva cada palabra y cada acontecimiento al territorio de lo que ya ha vivido o al de lo que le queda por vivir. No es que se identifique con un personaje en concreto, sino que reconoce mínimos fragmentos que, de repente, le remiten a detalles que tenía olvidados o que le obligan a reconstruir retazos de su propio carácter que, de no haber leído una página, esa página en particular, le habrían pasado por alto. Estando dentro de ella, perteneciéndole, le habrían pasado por alto. Por eso, Lucrecia cree que, de no haber leído ciertas páginas en particular, una parte de su ser se le hubiera quedado traspapelada, y esa creencia le produce cierto repelús, como si cada vez que se metiera en la cama, se sobresaltara al no identificar como suya la mano en la que reposa su cabeza. (...)
Marta Sanz: Animales domésticos
"Me llamo Carolina Hernández Griñán. Tengo doce años. Mi madre es de pueblo. No e gusta el pescado frito. Como pollo y migotes. Estoy flacucha. Saco muy buenas notas. Mi color preferido es el verde esmeralda. i chica más guapa del mundo es Amparo Muñoz." (...)
"Hablo tres idiomas, aunque dos de ellos los hablo mal, y esa imperfección convierte i acento en gracioso y atractivo. Sé conducir. Tengo un coche descapotable y un apartamento enmoquetado con un gran vestidor de paredes tapizadas en raso azul. Luz tenue. En una esquina del salón hay una barra de bar y unos taburetes. El alcohol no me afecta. Desprendo un aroma magnético que hace que los hombres se queden prendidos a mis curvas, pero también a mis ángulos. Ésa es la gracia. Hago películas. Mi cama tiene dosel Guardo secretos: Me desnudo por exigencias del guión. Ne encanta esquiar los Alpes." (...)
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