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martes, 16 de abril de 2019

Susana Salgado

(Tres días después del asesinato de Raquel Manjón)

Susana Salgado sintió de nuevo la punzada de culpa de las verdaderas víctimas. La opresión en el centro del pecho, el ahogo sordo de la respiración, el vértigo. Tres días hacía que apenas probaba bocado, desde que el subinspector Contreras dejase el informe forense del asesinato de Raquel Marzal sobre su mesa. Cerró los ojos intentando ahuyentar sus propios fantasmas. Pero el rostro de Raquel Marzal se le representaba una y otra vez. Incluso en sueños. Se le aparecía con las magulladuras todavía coloridas sobre la palidez de cera de la muerte, con las heridas aún abiertas sobre la piel ya sin vida. Con las cicatrices de sangre seca salpicando sus pechos, sus muslos, su pubis. Cerró los ojos de nuevo. Todos nos hemos sentido culpables en algún momento. Pero sólo aquella vez, hacía ya muchos años, se había sentido humillada hasta el punto de desear un castigo, o más bien hasta el punto de aceptar que era merecedora de uno. La víctima no lo es porque otros la humillen, sólo lo es porque se siente víctima –decía siempre el subinspector Contreras-. Aquella tibia noche de verano, cuando todavía era estudiante de Derecho, una sombra escondida en los jardines del Colegio Mayor había sorprendido sus cuerpos desnudos a la luz de la luna. Unas horas más tarde la sombra la había perseguido después del silencio hasta cubrirla con su cuerpo, hasta nublarle los sentidos. Apretó los ojos con fuerza para impedir la entrada de los malos recuerdos…

Es fácil y simple disculparse a uno mismo –pensó-, buscar excusas para cada uno de nuestros actos. Nos decimos No tuve más remedio, Me vi arrastrado por los acontecimientos, He tenido mala suerte, Me provocaron, Lo hice porque la/lo quería, Me dejé llevar por la pasión, el amor, los celos, Fue en defensa propia, pero no lo repetiría… Todos los días justificamos nuestros actos y nos exculpamos, incluso cuando confesamos los crímenes más horrendos, incluso cuando sabemos que somos culpables. Eva fue engañada por la serpiente. Y Adán fue tentado por Eva. Dios les expulsó del paraíso por su gran pecado, la soberbia, ese gran pecado que trajo la perdición y el dolor a la humanidad. El poder más, el querer ser más. El mismo pecado por el que Lucifer sufrió su caída. Si algo le había enseñado sus quince años de profesión a Susana Salgado es que los conflictos humanos son siempre una cuestión de poder…
y aquí en tapa blanda

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